JUEVES
SEGUNDO DE ADVIENTO,
Lecturas de la liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 26, 7-21
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de
San Pedro Crisólogo, Obispo
(Sermón 147: PL 52, 594-595)
El amor desea ver a Dios
Al ver Dios que el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente de
volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo
con su caridad, de vinculárselo con su afecto.
Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador,
y llamó a Noé padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves
palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo
instruía piadosamente sobre el presente y lo consolaba con su gracia,
respecto al futuro. Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de
su colaboración encerró en el arca las criaturas del todo el mundo, de
manera que el amor que surgía de esta colaboración acabase con el temor
de la servidumbre, y se conservara con el amor común lo que se había
salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció su
nombre, lo hizo padre de la fe, lo acompañó en el camino, lo protegió
entre los extraños, le otorgó riquezas, lo honró con triunfos, se le
obligó con promesas, lo libró de injurias, se hizo su huésped bondadoso,
lo glorificó con una descendencia de la que ya desesperaba; todo ello
para que, rebosante de tantos bienes, seducido por tamaña dulzura de la
caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a venerarlo con
amor y no con temor.
Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huída, y a su regreso lo
incitó a combatir y lo retuvo con el abrazo del luchador; para que amase
al padre de aquel combate, y no lo temiese.
Y así mismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló con
paterna caridad y le invitó a ser el libertador de su pueblo.
Pero así que la llama del amor divino prendió en los corazones humanos y
toda la ebriedad del amor de Dios se derramó sobre los humanos sentidos,
satisfecho el espíritu por todo lo que hemos recordado, los hombres
comenzaron a querer contemplar a Dios con sus ojos carnales.
Pero la angosta mirada humana ¿cómo iba a poder abarcar a Dios, al que
no abarca todo el mundo creado? La exigencia del amor no atiende a lo
que va a ser, o a lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio,
carece de razón, no conoce la medida. El amor no se aquieta ante lo
imposible, no se remedia con la dificultad.
El amor es capaz de matar al amante si no puede alcanzar lo deseado; va
a donde se siente arrastrado, no a donde debe ir.
El amor engendra el deseo, se crece con el ardor y, por el ardor, tiende
a lo inalcanzable. ¿Y qué más?
El amor no puede quedarse sin ver lo que ama: por eso lo santos tuvieron
en poco todos sus merecimientos, si no iban a poder ver a Dios.
Moisés se atreve por ello a decir: Si he obtenido tu favor, enséñame
tu gloria.
Y otro dice también: Déjame ver tu figura. Incluso los mismos
gentiles modelaron sus ídolos para poder contemplar con sus propios ojos
lo que veneraban en medio de sus errores.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María.