DOMINGO
SEGUNDO DE ADVIENTO,
Liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 22, 8b-23
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de
Eusebio de Cesarea, Obispo, sobre el Libro de
Isaías
(Cap. 40: PG 24, 366-367)
Una voz grita en el desierto
Una voz grita en el desierto: «Preparad un camino al Señor, allanad una
calzada para nuestro Dios.» El profeta declara abiertamente que su
vaticinio no ha de realizarse en Jerusalén, sino en el desierto; a
saber, que se manifestará la gloria del Señor, y la salvación de Dios
llegará a conocimiento de todos los hombres.
Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió
precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de
Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver.
Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos cuando, una
vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en
forma de paloma y se posó sobre Él, mientras se oía la voz del Padre que
daba testimonio de su Hijo: Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.
Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el desierto,
impracticable e inaccesible desde siempre. Se trataba, en efecto, de
todas las gentes privadas del conocimiento de Dios, con las que no
pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los profetas.
Por esto motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de
Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga
nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. Preparad el camino al Señor;
se trata de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el
deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento de todos los
hombres.
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo
de Jerusalén. Estas expresiones de los antiguos profetas encajan muy
bien y se refieren con oportunidad a los evangelistas: ellas anuncian el
advenimiento de Dios a los hombres, después de haberse hablado de la voz
que grita en el desierto. Pues a la profecía de Juan Bautista sigue
coherentemente la mención de los evangelistas.
¿Cuál es esta Sión sino aquella misma que antes se llamaba Jerusalén? Y
ella misma era aquel monte al que la Escritura se refiere cuando dice:
El monte Sión donde pusiste tu morada; y el Apóstol: Os habeis
acercado al monte Sión. ¿Acaso de esta forma se estará aludiendo al
coro apostólico, escogido de entre el primitivo pueblo de la
circuncisión?
Y esta Sión y Jerusalén es la que recibió la salvación de Dios, la misma
que a su ves se yergue sublime sobre el monte de dios, es decir, sobre
su Verbo, unigénito: a la cual Dios manda que, una vez ascendida la
sublime cumbre, anuncie la palabra de salvación. ¿Y quién es el que
evangeliza sino el coro apostólico? ¿Y qué es evangelizar? Predicar a
todos los hombres, y en primer lugar a las ciudades de Judá, que Cristo
ha venido a la tierra.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María.