24 de
diciembre
Lecturas de la liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 51, 17-52, 1-2. 7-10
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de
San Agustín, Obispo
(Sermón 185: PL 38, 997-999)
La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo
Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti.
Despierta, tú que
duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por
ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.
Hubieses muerto para siempre, si Él no hubiera nacido en el tiempo.
Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si Él no hubiera
aceptado la semejanza de la carne de pecado. Una inacabable miseria se
hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado acabo esta
misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si Él no hubiera venido
al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si Él no te hubiera
ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido.
Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención.
Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno
día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día
nuestro tan breve y temporal. Éste se convirtió para nosotros en
justicia, santificación y redención: y así –como dice la Escritura-: El
que gloríe, que se gloríe en el Señor.
Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que dijo:
Yo soy la
verdad, nació de una virgen. Y la justicia mira desde el cielo:
puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no se ha encontrado
justificado por sí mismo, sino por Dios.
La justicia brota de la tierra: porque
la Palabra se hizo
carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y
todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la
carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el
hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con
Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor
Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por Él hemos obtenido
con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos
apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice:
«Nuestra gloria», sino: La gloria de Dios; porque la justicia
no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por
tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí
mismo.
Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de las
voces angélicas fue así: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra
paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra,
sino porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo, ha
nacido de la carne? Y Él es nuestra paz; Él ha hecho de los dos
pueblos una sola cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor,
unidos suavemente con vínculos de unidad.
Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de
nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en
nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi
gloria, Tú mantienes alta mi cabeza. ¿Pues qué gracia de Dios pudo
brillar más intensamente para nosotros que ésta: teniendo un Hijo
unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del
hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a
ver si encuentras algo que no sea gracia.