Como
leer las Sagradas Escrituras
S.S. Benedicto XVI, 22
Feb, 2007
Diría que la lectura
de la Sagrada Escritura debe ser siempre una lectura a la luz de
Cristo. Sólo así podemos leer y comprender, incluso en nuestro
contexto actual, la Sagrada Escritura y obtener realmente de ella la
luz. Debemos comprender esto: la Sagrada Escritura es un camino con
una dirección. Quien conoce el punto de llegada también puede dar,
ahora de nuevo, todos los pasos y aprender así, de modo más
profundo, el misterio de Cristo. Comprendiendo esto, también hemos
comprendido el carácter eclesial de la Sagrada Escritura, porque
estos caminos, estos pasos del camino, son pasos de un pueblo. Es el
pueblo de Dios que va adelante. El verdadero propietario de la
Palabra es siempre el pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo,
y la inspiración es un proceso complejo: el Espíritu Santo guía
adelante, y el pueblo recibe.
Es, pues, el camino de un pueblo, del pueblo de Dios. La
sagrada Escritura hay que leerla bien. Pero esto sólo puede hacerse
si caminamos dentro de este sujeto que es el pueblo de Dios que
vive, que es renovado y fundado de nuevo por Cristo, pero que
conserva siempre su identidad.
Por consiguiente, diría que hay tres dimensiones relacionadas y
compenetradas entre sí: la dimensión histórica, la dimensión
cristológica y la dimensión eclesiológica —del pueblo en camino—. En
una lectura completa las tres dimensiones están presentes. Por eso,
la liturgia —la lectura común y orante del pueblo de Dios— sigue
siendo el lugar privilegiado para la comprensión de la Palabra,
porque precisamente aquí la lectura se convierte en oración y se une
a la oración de Cristo en la Plegaria eucarística.
Quisiera añadir aún una cosa, que han subrayado todos los Padres de
la Iglesia. Pienso, sobre todo, en un bellísimo texto de san Efrén y
en otro de san Agustín, en los que se dice: si has comprendido poco,
acepta, no pienses que has comprendido todo. La Palabra sigue siendo
siempre mucho más grande de lo que has podido comprender. Y esto hay
que decirlo ahora de modo crítico ante una cierta parte de la
exégesis moderna, que piensa que ha comprendido todo y que por eso,
después de la interpretación elaborada por ella, ya no se puede
decir nada más. Esto no es verdad. La Palabra es siempre más grande
que la exégesis de los Padres y que la exégesis crítica, porque
también esta comprende sólo una parte, diría, más bien, una parte
mínima. La Palabra es siempre más grande, este es nuestro gran
consuelo. Y, por una parte, es hermoso saber que hemos comprendido
solamente un poco. Es hermoso saber que existe aún un tesoro
inagotable y que cada nueva generación redescubrirá nuevos tesoros e
irá adelante con la grandeza de la palabra de Dios, que va siempre
delante de nosotros, nos guía y es siempre más grande. Con esta
certeza se debe leer la Escritura.
San Agustín dijo: beben de la fuente la liebre y el asno. El asno
bebe más, pero cada uno bebe según su capacidad. Sea que seamos
liebres, sea que seamos asnos, estemos agradecidos porque el Señor
nos permite beber de su agua.