EL TEMOR DE DIOS ES
NECESARIO
Padre Jordi Rivero
VER PRIMERO:
"Temor de Dios" en la página de los dones del E.S.
Es popular decir: "Dios es amor y no se le debe
temer". Es cierto que a Dios no le debemos tener "miedo" en el
sentido en que hoy se usa la palabra, ese miedo que paraliza o que
impulsa a huir de Dios y evitar pensar o acordarse de El. Ciertamente
Dios es amor infinito y nos creó para que amemos. Jesús enseña sobre
los Mandamientos de Dios:
«El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el
único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo
es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro
mandamiento mayor que éstos.» (Mc 12:29-31)
Pero existe un temor de Dios
que es un don del Espíritu Santo: Temer ofenderle, tememos al realizar nuestra
propia debilidad y al saber que con facilidad podemos caer en pecado mortal y
condenarnos. San Agustín decía "ama y haz lo que quieras"
pero por su propia experiencia también escribió
ampliamente sobre la necesidad del temor como motivo para el
arrepentimiento (5)
El temor, según San Agustín, lleva al dolor del corazón por el
pecado. "Compunctus corde non solet dici nisi stimulus peccatorum
in dolore penitendi"(6).
Los buenos padres no solo hablan de amor sino que también ayudan a
sus hijos a comprender los peligros. Y, como saben que la comprensión
de los pequeños es muy limitada, inculcan un sano temor al castigo.
Se trata del sano temor, la justa medicina. No el temor excesivo que
quita la confianza y traumatiza. Recordemos que Dios es el Padre
perfecto, modelo de todo padre. El sano temor es parte de su pedagogía
divina para que nos mantengamos en guardia contra el grave peligro que
acecha a todo hombre en la batalla espiritual contra el mundo, la
carne y el demonio
Si somos humildes y realistas sobre nuestra tendencia al pecado,
comprendemos que nuestro amor no siempre es perfecto. Somos niños
ante Dios. Por eso, tener conciencia de las consecuencias del pecado y
tenerle un sano temor nos ayuda a ser sobrios y no racionalizar el
pecado, ni pretender que no ofende a Dios.
El Antiguo Testamento
Una de las expresiones mas comunes del Antiguo Testamento es la
"exhortación al temor del Señor" (Ecl. 1:13; 2:19). Sin el temor de Dios no hay justificación.(ibis 1:28; 2:1; 2:19). En
este temor hay "confianza y fortaleza" y es "la
fuente de vida" (Prov, 14:26, 27)
El Nuevo Testamento
Muchos piensan que el temor de Dios es exclusivo del Antiguo
Testamento y que al llegar la ley del amor ya no se debe hablar del
temor de Dios. Sin embargo Jesús, en muchísimos pasajes, nos
enseña a temer las consecuencias del pecado y la negligencia. Es un
aspecto necesario de su infinito amor porque no quiere que nadie se
pierda. Se trata de advertencias sobre la justicia divina (de la
que no nos gusta hoy día hablar). Las citas son muy numerosas, he aquí
solo unos ejemplos:
La gran tribulación de Jerusalén (Mt. 24:15); La parábola del
mayordomo (Mt 24:45ss); El Juicio Final (Mt 25:31ss); La parábola de
las diez vírgenes (Mt 25:1ss); La Higuera estéril (Lc 13:6ss); Los
invitados que se excusan (Mt 22:2).
Jesús hace numerosas advertencias:
- "¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!"
Mateo 24:19
- "Pero ¡ay de vosotros, los ricos!" Lucas 6:24
- "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!,
pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas."
- "Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos;
pero, ¡ay de aquel por quien vienen!" Lucas 6:26
Sin duda Jesús quiso sacudir a los hombres con el santo temor para
sacarlos de su complacencia. No solo a los que le escuchaban hace 2000
años sino a todos los que escuchan la Palabra.
La historia del Hijo Pródigo, que tanto resalta la misericordia
del Padre, nos hace ver al mismo tiempo que la motivación original
para el regreso del hijo no fue el amor al Padre, sino una toma de
conciencia de la miseria en que había resultado su pecado. Esa
motivación, pobre aun, es el comienzo de la reconciliación que lo
lleva al Padre,.
Dos temores contrarios.
Una razón por la confusión sobre el temor es que muchos confunden
el miedo o temor al mundo (que no debemos tener) con el sano temor a
ofender a Dios (que si debemos tener).
Jesús dice: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la
perdición alma y cuerpo en la gehenna." Mt 10:28.
El temor del mundo llevó al siervo perezoso a esconder sus
talentos (Mt 25:25). El temor de Dios mueve los discípulos a crecer
en fe: "Ellos, llenos de temor, se decían entre sí
maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al
agua, y le obedecen?" (Lucas 8:25)
Algunos textos sobre el temor que no debemos tener:
- "No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor" Romanos 8:15
- "Es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino
también en conciencia". Romanos 13:5
Algunos textos sobre el santo temor que debemos tener:
- "Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de
persuadir a los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto,
como espero que ante vuestras conciencias también estemos al
descubierto." II Corintios 5:11
- "Purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu,
consumando la santificación en el temor de Dios." II
Corintios 7:1
- "Sed sumisos los unos a los otros en el temor de
Cristo." Efesios 5:21
- "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación"
Filipenses 2:12
Esta claro que para Pablo el amor y el temor de Dios no son
contrarios, mas bien se complementan. El temor de Dios nos dispone a
poner nuestro corazón en lo bueno. Queremos llegar a hacer todo por
amor pero, en el camino, nos ayuda recordar el peligro. Quien se cree
ya perfecto en el amor y pretende no necesitar del temor cae con
facilidad en el engaño o en la soberbia.
Los Padres de la Iglesia
Los Padres enseñan que el temor a los castigos de Dios como una
virtud que ayuda a la salvación.
San Clemente de Alejandría escribió sobre la
utilidad del temor para ayudarnos en el arrepentimiento y a la
rectitud de vida.
San Basilio enseña que, para los que comienzan la
vida de piedad las "exhortaciones basadas en el temor son de la
mayor utilidad" (cuarto interrogatorio a la Regla) El cita las
Sagradas Escrituras: "El temor de Yahveh es el principio de la
ciencia; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción"
Proverbios 1:7
San Ambrosio escribió sobre el temor de Dios que
engendra caridad, (Hunc timorem sequitur charitas, P.L., xv,
1424), y su discípulo San Agustín, en su sermón
161 (P.L., XXXVIII, 882 ss), habla de no pecar por temor al juicio de
Dios y pregunta: "¿Me atrevo a decir que ese temor es un error?
El mismo responde que no se atreve a decirlo porque el Señor
Jesucristo urge a los hombres a no hacer el mal y sugiere el motivo
del temor: (Mat 10:28).
San Juan Crisóstomo y muchos otros padres también
escribieron sobre la importancia del temor de Dios.
La doctrina Católica sobre la Contrición por los pecados.
Para que los pecados sean perdonados, el penitente debe tener dolor
de los pecados (contrición). La contrición perfecta procede de la
caridad: Se duele por haber ofendido a Dios por ser quien es y porque
se le debe amar sobre todas las cosas. Pero la Iglesia reconoce también
la validez de la contrición imperfecta (atrición) que nace
principalmente de la consideración de la fealdad del pecado, y del
temor a las penas del infierno. Esta contrición imperfecta puede que
no haya llegado todavía a ser motivada por amor a Dios, sin embargo,
la Iglesia enseña que "es un movimiento bueno y útil que
dispone a la gracia" (1). El
Catecismo de la Iglesia Católica (1453) enseña que la atrición
"es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo.
¿Cómo puede la atrición ser buena si se basa en el temor? El
mismo Catecismo explica: "Tal conmoción de la conciencia (la
atrición) puede ser el comienzo de una evolución interior que
culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución
sacramental". (1453). Dios quiere, por medio del sano temor,
llevar las almas a la gracia de vivir en el amor. El sano temor al
pecado "conmociona", sacude la conciencia que fácil se
acomoda. Es entonces que el alma comienza a moverse hacia el amor.
Es muy común que el demonio confunda a las mentes llevándoles a
perder conciencia del peligro del pecado. Cuantas veces hemos visto
personas caer en robo, adulterio y otros graves pecados y al mismo
tiempo justificarse como si nada de lo que hacen ofendiese a Dios.
Hasta llegan a justificar que lo hacen por amor (porque así les dice
el mundo, el demonio y la carne). Vemos aquí la necesidad del
temor de Dios como base, para no falsificar el amor. El don de temor
de Dios no contradice sino mas bien ayuda a llegar y sostener el
verdadero amor.
Los Reformadores Protestantes consideraron que la
atrición era una hipocresía que hace al hombre mas pecador.
(2) Baius y Jansenio eran de esta opinión. Este último
enseñaba que el temor sin caridad es malo porque procede, no del amor
de Dios, sino del amor propio. (3)
La herejía Jansenista excluía la validez del
sano temor. Entre sus errores formalmente condenados
por la Iglesia (4) :
- "El temor del infierno no es sobrenatural"
- "La atrición que se concibe por miedo al infierno y a los
castigos, sin el amor a la benevolencia a Dios por sí mismo, no es movimiento bueno ni
sobrenatural"
El Concilio de Trento (Ses. XIV, iv) enseñó que
no solo no es la atrición una hipocresía ni hace al hombre mas
pecador, sino que es un don de Dios; un impulso del Espíritu Santo,
el cual aunque todavía no habita en el penitente, lo dispone para
recibir la gracia en la confesión. El Concilio utilizó el ejemplo de
los Ninivitas que, llenos de temor por sus pecados
después de la predicación de Jonás, hicieron penitencia y
obtuvieron la misericordia de Dios. El
temor de Dios no se limita a una emoción sino que incluye la
voluntad de renunciar al pecado y al afecto al pecado.
El Concilio Vaticano II y el Catecismo confirman esta doctrina.
Conclusión
El temor de Dios no es una ruta alternativa al camino del
amor. Se trata mas bien de un don divino que nos hace
comprender la seriedad del pecado por el castigo que merece ante un
Dios justo. Por otra parte, el olvido del don del temor de Dios está
llevando a muchos a la negación del pecado y sus consecuencias. El
camino está entonces abierto a pretender que todo lo que la carne, el
mundo y el demonio sugieren es amor. ¡Cuantas vidas destruidas
por ese engaño!
Ver también: Atrición
y Penitencia
NOTAS
1. Dezinger, índice sistemático, XI, E, a, 2-a
2. Condenado en la Bula de León X, Exurge
Domine, prop. VI; Concilio de Trento, Ses. XIV, can. iv.
3. Condenado por Alejandro VIII, 7 diciembre,
1690; y por Clemente X, "Unigenitus", 8 Septiembre, 1717.
También la Bula de Pío VI "Auctorem Fidei", prop. 25.
4. Condenados por decreto del Santo Oficio el 7
diciembre, 1690 (Dezinger 1291-1321)
5 Sermón 161; P.L., XXXVIII,
882 sqq
6 P.L., Vol. VI of Augustine, col. 1440. Cita
de Catholic Encyclopedia Edición edición html © www.newadvent.org/cathen/02065a.htm
Ver también: Saber
hablar y callar El pastor debe enfrentarse con el mal