"LA SANTÍSIMA VIRGEN, MODELO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD PARA EL III MILENIO"
Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM

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La Santísima Virgen nos ha prometido en Fátima que al final de la gran batalla espiritual que tendríamos que vivir, su Corazón Inmaculado triunfará”. El triunfo de su Inmaculado Corazón es la victoria de la gracia sobre el pecado, de la santidad sobre la corrupción. Pero hasta que esta victoria ocurra, estamos en el medio de esta gran batalla, estamos todavía en los momentos decisivos en los que se decide por la vida o la muerte. Es por esto, que podríamos decir que estamos en tiempos de sufrimientos, persecución y tribulación. “La Iglesia de el primer milenio nació de la sangre de los mártires. Al final de este segundo milenio, la Iglesia una vez mas se ha convertido en iglesia de mártires.” Este martirio o sufrimiento esta siendo experimentado hoy en muchas y diferentes formas: en el cuerpo o en el corazón. Es el sentir de muchos que estamos en un momento de calvario o pasión del Cuerpo místico de Cristo, la Iglesia. Nadie puede negar el hecho de que el sufrimiento, el pecado mortal, la falta de fe y de moral, ha tocado de alguna forma a nuestras familias o a nuestros amigos. Esta es hora de Cruz.

Nuestra Señora estuvo al pie de la cruz, uniendo su Corazón a los sufrimientos del Corazón de Jesús. Es precisamente por esta unión de los Dos Corazones, que el Corazón de nuestra Madre fue místicamente traspasado por la misma espada que traspasó el Corazón de Jesús. Esta fue la hora mas dolorosa para la Virgen Santísima, sin embargo, las Escrituras nos dicen que ella estuvo de pie junto a la cruz de su Hijo.

El estar de pie es una postura que manifiesta las realidades internas del Corazón de María. Al estar de pie, Ella nos reveló la fortaleza e integridad de su corazón, la indivisión de amor por Dios y por la humanidad, y su fidelidad a la misión que se le había encomendado. Estando de pie junto a la cruz, nos enseñó que su Corazón siendo inmaculado y nunca tocado por la oscuridad ni el pecado, tampoco podía ser tocado por el mal, en la mas oscura y dolorosa de las horas: la pasión y muerte de su Hijo.

Ella no permitió que las consecuencias del mal que la rodeaban entraran en su Corazón, aunque el sufrimiento si entró traspasando su corazón. La Santísima Virgen mantuvo su libertad interior como hija de Dios porque no fue invadida por el miedo, la desesperación o el odio. Como dice 2 Ped 3:19 “pues uno se hace esclavo de aquel que le vence”. Ella nunca estuvo sujeta a la oscuridad, siempre se mantuvo, tal y como un día proclamó: “esclava del Señor y su plan.”. En la encíclica de S.S. Juan Pablo II, Madre del Redentor (MR) # 37, leemos: “María, al lado de su Hijo, es la imagen mas perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad.”

Porque en la hora mas oscura, el Corazón de María no fue empañado por la desesperación, odio o duda, sino que mas bien manifestó las virtudes opuestas, es que hoy Ella puede llamarnos a imitar esas virtudes en nuestras propias dificultades y sufrimientos. Ella no solo nos llama, sino que nos imparte las gracias que necesitamos para ser fieles y para responder con santidad en todas las adversidades y dificultades que podemos experimentar personalmente, como familias, sociedad, en el mundo y en la Iglesia.

Tres pilares sostuvieron el Corazón de Maria al pie de la Cruz. -su fe inconmovible, su firme esperanza y su amor profundamente sacrificial. Si a través de toda su vida, vemos estas tres virtudes actuar poderosamente en Ella por sus privilegios especiales, es en el calvario que contemplamos hasta donde pueden estas virtudes sostenernos para que seamos files a Cristo en los momentos mas difíciles. Si alimentamos estas tres virtudes seremos capaces de hacer lo que nuestra Madre hizo en el calvario, estar de pie al lado de la Cruz.

De la Stma. Virgen aprendemos a vivir en fe, esperanza y caridad en nuestras propias cruces. No solo nos enseña a estar de pie y firmes en medio de la tormenta, por el poder de estas tres virtudes, sino que viene a nosotros para defendernos con su presencia maternal y llevarnos de la mano a través del desierto de la tribulación.. (Gen 13,21-22) Así como la columna de nube durante el día, y la columna de fuego durante la noche precedía a los israelitas en el desierto para enseñarles el camino, y nunca dejó de ocupar su lugar en frente del pueblo, la Virgen Stma. la nueva columna descrita en el sueño de San Juan Bosco, va delante de nosotros en tiempos de confusión y batalla, llevándonos seguros al Corazón de Jesús y a su Iglesia.

El S. Padre nos dice en Tertio Milenio Adveniente (TMA): “El mayor homenaje que todas las Iglesias tributarán a Cristo en el umbral del tercer milenio, será la demostración de la omnipotente presencia del Redentor mediante los frutos de fe, esperanza y caridad.” (37).

¿Porque son estas tres virtudes tan cruciales al umbral del tercer milenio?
Porque los tiempos difíciles en que vivimos son el resultado de tres crisis: crisis de fe, crisis de esperanza, y crisis de amor. Estas tres crisis fueron profetizadas por nuestra Señora en Fátima, y sabemos que vienen de la influencia directa de Satanás en el mundo y en los corazones. Pero también en Fátima nuestra Señora nos dio los remedios.

I. La Crisis de Fe
En Fátima, la Virgen habló de errores que serían propagados por todo el mundo. De forma particular habló de los errores que propagaría Rusia. Cual es el mayor error que Rusia ha propagado? El ateísmo, que es la negación de Dios y la negación de la verdad absoluta.

La fe es asentir a la Palabra de Dios, a su revelación. “Creer quiere decir “abandonarse” en la verdad misma de la Palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente “¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!”. (MR, 14)

Tenemos una crisis de fe, porque hay una falta de obediencia a Dios que se ha revelado a si mismo y que ha revelado también la Verdad. En TMA “De hecho, no se puede negar que la vida espiritual atraviesa en muchos cristianos un momento de incertidumbre que afecta no solo la vida moral, sino incluso a la oración y a la misma rectitud teologal de la fe. Esta, ya probada por el careo con nuestro tiempo, está a veces desorientada por posturas teológicas erróneas, que se difunden también a causa de la crisis de obediencia al Magisterio de la Iglesia”.(36)

El Santo Padre nos está diciendo que nuestra fe está siendo probada en estos tiempos porque el error ha entrado en todas las áreas de nuestra vida: espiritual, moral y doctrinal. Debido a esta crisis de fe, las mentes se han oscurecido y las conciencias están desorientadas y confundidas. El pecado ya no se llama por su nombre, y es por esto que vemos tanto caos, orgullo intelectual, rebeldía, búsqueda de la verdad fuera de Dios y definiendo la verdad de acuerdo a la interpretación personal de cada uno y a las circunstancias. Hay también una fascinación por lo oculto y por el movimiento de la Nueva Era. Y toda esta confusión también podemos observarla, incluso, algunas veces en los círculos religiosos.

En esta crisis de fe, Nuestra Señora es nuestro refugio seguro, porque en su Inmaculado Corazón, tan puro e íntegro, la revelación nunca fue diluida o minimizada para acomodarla a su voluntad, conveniencia o parecer. Por esto es que como nos dice (MR, 6): “Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y comunidades, para los pueblos y naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad”.

Por su fe, la Palabra que Ella siempre escuchó, amó, obedeció y con gran reverencia guardó en su Corazón, se hizo carne en Ella y a través de Ella fue dada al mundo. Ella nos está llamando a escuchar y obedecer lo que Cristo ha dicho y continua diciendo a través de su Iglesia, de una forma única, a través del Santo Padre y del Magisterio.

Es su fe la que la Santísima Virgen quiere compartir con sus hijos, en Madre del Redentor, 27 dice: “su fe permanece en el corazón de la Iglesia....en cierto sentido todos participamos de la fe de María”. Esto es lo que Ella hizo en Caná, Ella creyó en el poder de su Hijo para cambiar el agua en vino, y dijo a los sirvientes “haced lo que Él os diga”. Las intervenciones de nuestra Señora son siempre un llamado a crecer en la fe, a escuchar y obedecer todo lo que hemos oído. Las Escrituras dicen que por este milagro, los discípulos comenzaron a creer en Él. Su misión, en esta crisis, es llevarnos a la verdadera fe.

María nos está diciendo hoy, que creamos en la verdad de la Palabra de Dios y que confiemos en el poder que hay en cada uno de sus mandamientos y órdenes. Ella es la portavoz de la voluntad de su Hijo. Ella quiere que entendamos que el camino estrecho es el que nos trae verdadera felicidad. El camino de la salvación es estrecho para nuestra carne pero verdadera vida para nuestras almas.

Los errores esparcidos en nuestro tiempo, son oscuridad para nuestras almas y vidas, porque lo que nosotros creamos o no creamos afecta nuestro comportamiento y nuestras decisiones. Fe en la revelación de Dios es luz para nuestros corazones y mentes. Nuestras mentes iluminadas por la verdad mueven nuestra voluntad a obedecer la Palabra de Dios, y amando y obedeciendo su voluntad es que el ser humano se realiza.

Nuestra Señora dice: HACED, (actúen) lo que Él os diga (revele). Una llamada a la fe que es aceptar y obedecer la revelación.

Esta crisis de fe se ha convertido en el gran diluvio que amenaza la supervivencia espiritual de la humanidad. Es por esto que necesitamos entrar en su Inmaculado Corazón, la nueva arca de Noé, en la cual nuestra fe será preservada. En Gen 7,18 dice: “Subió el nivel de las aguas y crecieron mucho sobre la tierra, mientras el arca flotaba sobre la superficie de las aguas...quedando solo Noé y los que con él estaban en el arca”.

II. Crisis de Esperanza:
“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC, 1817).

En Fátima, Nuestra Señora habló no solo de la crisis de fe, pero de la consecuente crisis de esperanza. Si hay una negación de la existencia de Dios y su verdad, definitivamente habrá una negación de Sus promesas de vida eterna y de las consecuencias eternas para aquellos que viven en la gracia o que viven en pecado. Es por esto que Ella le reveló a los niños aún en la primera aparición las realidades del cielo y sus recompensas eternas: gozo, amor, luz. Ella también habló del purgatorio y sus sufrimientos. En la tercera aparición, les mostró el infierno y los dolores y la angustia que allí se experimentan, en otras palabras sus castigos eternos.

La mayor manifestación de esta crisis de esperanza es la minimización o incluso el olvido de las realidades de la vida eterna, llevando a muchos a vivir solo para los placeres de este mundo, desarrollando un estilo de vida materialista, buscando la realización personal solo en las cosas de este mundo y evitando a toda costa, cualquier tipo de sufrimiento ya que la felicidad aquí se ha convertido casi en una idolatría y obsesión. En esta excesiva búsqueda de la felicidad en este mundo y de evitar cualquier tipo de sufrimiento, es que encontramos los más grandes pecados de estos tiempos: el aborto, la eutanasia, la inmoralidad sexual, suicidio, egoísmo, avaricia, gula, complacencia y adicciones.

Cristo nos enseña en el Evangelio, que nuestra verdadera realización se encuentra en amar y que requiere la negación de nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir al Señor. En otras palabras, vaciarnos de todo lo pasajero y buscar antes que nada, las cosas del Reino.

En las Bienaventuranzas (palabra que significa: “la fuente de la felicidad”), el Señor nos enseñó que aquellos que se niegan a sí mismos y sufren por la verdad, la justicia, la pureza, la paz, la humildad, la pobreza, la misericordia y también sufren persecución son los que entrarán en el Reino de los cielos y su recompensa será grande.

Las Bienaventuranzas son exhortaciones totalmente opuestas a las invitaciones del mundo. El mundo nos invita a buscar nuestros propios placeres, pensando solo en nuestros propios intereses, nos invita a encontrar nuestra propia realización en hacer lo que nosotros queremos sin importar el daño que pueda traer a nuestras almas y a la vida de otros. Las Bienaventuranzas nos invitan y nos enseñan la forma de obtener vida abundante, ahora y en la eternidad.

Nuestra Señora a través de sus apariciones, nos está llamando a prestar atención a las realidades eternas. Ella con frecuencia, ha llevado a los videntes a ver o a experimentar el cielo, el purgatorio y el infierno. Ella está sufriendo por las muchas almas que están viviendo pecado mortal y por lo tanto, corren el riesgo de morir así y perderse... Pero, Ella también está preocupada por aquellos de nosotros que no estaremos en pecado mortal, pero no estamos poniendo el esfuerzo y la mortificación necesaria para alcanzar la santidad requerida para entrar al cielo: ya que nada impuro puede estar en la presencia de Dios. Ella dice que tomemos sus mensajes en serio, y su mensaje mas serio es la conversión, oración y penitencia. Solo a través de una vida de oración y penitencia es que morimos a todos los pecados e imperfecciones y adquirimos las virtudes y la santidad.
No tengamos miedo de sufrir lo que sea necesario para nuestra purificación, porque dice San Pablo: “Por eso no desfallecemos...En efecto la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas.”(2 Cor 4: 16, 18).

III. Crisis de amor:
Nuestra Señora en Fátima nos llamó a amar y a sacrificarnos por Dios y por los demás. Ella nos advirtió de la gran crisis de amor que vendría a la humanidad. Esta crisis la podemos observar, en el mundo de hoy, en un extremo casi diabólico egoísmo. Todas las estructuras de la sociedad están enseñando a toda la humanidad a pensar solo en sí mismos y en sus propios intereses, creando, lo que considero como el más grande ídolo de nuestros tiempos: nosotros mismos.

María, quien solo vivió para amar a Dios y a los demás, y en su perfecta asociación de amor con su Hijo, ofreció su vida como un sacrificio vivo por la redención de la humanidad, nos está llamando a volver al amor, al sacrificio, a la entrega. “En su Corazón no hay ni una sombra de egoísmo. Ella no desea nada para sí misma, solo para la gloria de Dios y la salvación de los hombres”. (JPII, 12- 97)

Ella le dijo a los niños de Fátima: “estais dispuestos a ofreceros a Dios y soportar todos los sufrimientos que El desee enviaros, como un acto de reparación por los pecados por los cuales El es ofendido y por la conversión de los pecadores.” La Santísima Virgen les llamo a ofrecer sus vidas como sacrificios de reparación a Dios y también por la conversión de los pecadores. Un llamado que ellos tan generosamente abrazaron haciendo toda clase de sacrificios y aceptando gozosamente toda clase de sufrimientos.

Nuestra Madre nos esta llamando a hacer cualquier sacrificio necesario para lograr nuestra conversión y la conversión de otros. Nos llama a orar y hacer sacrificios en reparación al Corazón de Jesús para atraer Su misericordia al mundo. También nos invita a cooperar a través de nuestros sufrimientos en la redención de la humanidad así como ella esta cooperando como madre nuestra, con el plan de Dios en este nuestro momento histórico.

Este es el gran drama de nuestras vidas---- estamos dispuestos a ser como la Virgen, y a entregar nuestras como ofrendas de amor por el bien de la humanidad? Estamos dispuestos a que nuestros corazones sean traspasados en unión con Cristo como María lo hizo? Estamos abiertos a la gracia purificadora de Dios que nos llega muchas veces a traves del sufrimiento, o cerramos la puerta y huimos del dolor, el sacrificio, la renuncia y nos dejamos llevar por el resentimiento, el egoísmo, comodidad, intereses personales y la frivolidad de nuestra cultura? En nuestra cultura el sufrimiento es visto como algo que debe ser evitado a toda costa, pero nuestra fe nos enseña el poder de salvación y redención que poseen nuestros sufrimientos y penitencias cuando los unimos al poder de la Cruz de Cristo.

La Virgen dice: ”oren, oren, oren mucho y hagan sacrificios pues muchas almas van al infierno porque nadie hace sacrificios, ni ora por ellos.” Esta es una llamada a la verdadera caridad., sufrir, sacrificarse y orar por amor a los pecadores hasta que regresen como hijos e hijas pródigos a la casa del Padre.

La palabra amor ha sido tan distorcionada. Muchos hoy enseñan que el amor es aceptación del pecado como expresión de misericordia y compasión. La verdadera compasión es sufrir y sacrificarse por los pecadores hasta que sean verdaderamente libres. El verdadero amor no abandona al otro en su pecado, pero respetuosamente les enseña la verdad, la verdad que los hará libres. El verdadero amor no es decirles que está bien su vida de pecado, o que es parte de su naturaleza y personalidad. El verdadero amor y compasión es estar convencido de la dignidad que tienen como hijos e hijas de Dios y por lo tanto, su mas grande dignidad es estar libres del pecado.

En Fátima, Nuestra Señora, les llamó a ofrecer sus vidas en reparación a los Corazones de Jesús y María por los pecados que les ofenden. Es un llamado de amor a los Dos Corazones. El ángel dijo a los niños: “oren, oren mucho, los Corazones Santísimos de Jesús y Maria tienen designios de misericordia para ustedes. Ofrezcan constantemente, sacrificios al Altísimo. De todo lo que puedan ofrezcan un sacrificio de reparación y por la conversión de los pecadores”.

El ángel les enseñó la gran oración de reparación: “OH, Dios mió, yo creo, adoro, espero y te amo. Y te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, ni te aman”. Reparación es ofrecer nuestras vidas en amor y santidad para consolar los Corazones de Jesús y María y así reparar con nuestro amor y entrega los pecados del mundo entero. “El amor cubre multitud de pecados” . En estos mensajes se nos llama a amar a Dios sobre todas las cosas y los demás con un amor sacrificial.

Los remedios:
Nuestra Señora después de hablar de las tres crisis de fe, esperanza y amor. Nos dio los tres remedios: fidelidad al Santo Padre, el Santo Rosario y la Consagración a su Inmaculado Corazón.

Fidelidad al Santo Padre:
Nuestro Santo Padre, Juan Pablo II, como sucesor de Pedro, es la cabeza visible de la Iglesia y el Vicario de Cristo. A él se le han dado las llaves del reino. Jesús dijo de Pedro: sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. ¡Qué poder se le ha sido dado al Vicario de Cristo!

Nuestro Santo Padre es la voz de Cristo para nosotros, no solo en la Iglesia pero también en el mundo (Luc 10). Aquel que le escucha a Cristo, aquel que rechaza su enseñanza, rechaza la enseñanza de Cristo. Porqué buscar la verdad en cualquier otro lugar, si la encontramos en la voz del Santo padre y en el Magisterio de la Iglesia?. En Lucas 5: "El Señor estaba parado en el Lago de Genesaret mientras las multitudes escuchaban la Palabra de Dios. Jesús vio dos barcas a la orilla del lago, y se montó en la barca de Simón y desde ahí enseñó a la multitud." El Señor solo enseña desde la barca de Pedro. En el sueño de San Juan Bosco, es el Santo Padre el que guía a la Iglesia a través de la tempestad y la gran batalla a los dos pilares de la Eucaristía y María, y amarrando la barca de la Iglesia a los dos pilares la tempestad, de repente, cesó.


¿Porqué el Rosario?:
Cuando al Santo Padre, en Fátima el 13 de Mayo de 1982, le preguntaron sobre el tercer secreto, el respondió: “Quieren que les diga un secreto. Es simple, después de todo, no es un secreto. Oren, oren, oren. Recen el Santo Rosario todos los días”.

El dijo 3 veces que oremos, así como la Virgen ha estado diciendo en otras apariciones recientes. Podemos concluir que quizás el tercer secreto de Fátima describía esta triple crisis de forma mas específica. Y el Santo Padre nos ha llamado a rezar el Rosario todos los días, no solo en Fátima, pero recientemente en Octubre 13, del año pasado.

Al orar y meditar los misterios gozosos, reparamos por la crisis de fe y por el ateísmo, a través de la contemplación de la fe de María. Pero también somos llamados y recibimos las gracias de crecer en la virtud de la fe, que es el asentir a la revelación de Dios y así, cooperar con nuestra obediencia y total dedicación a su plan para nuestras vidas y para la humanidad.

Al orar y meditar los misterios dolorosos, reparamos por la crisis de amor y por el egoísmo que ha tomado posesión del corazón de los hombres. Al contemplar los sufrimientos de Nuestro señor y la participación única de María en esos sufrimientos por nuestra salvación, somos llamados y recibimos las gracias de crecer en caridad heroica, que es darnos a nosotros mismos incondicionalmente sin importar el precio que tengamos que pagar para la gloria de Dios y el bien de los demás.

Al orar y meditar los misterios gloriosos, reparamos por la crisis de esperanza y por la actitud materialista del hombre contemporáneo. Al contemplar las recompensas eternas prometidas por nuestra fidelidad a la voluntad de Dios aún en medio de grandes sufrimientos. Somos llamados y recibimos las gracias de crecer en “esperanza contra toda esperanza”, que es confiar en el amor y poder de Dios que actúa en todas nuestras situaciones presentes en vista a nuestra salvación eterna.

Consagración al Inmaculado Corazón:
Dije al comienzo que el Corazón de María es la nueva arca donde estamos a salvo del presente diluvio del ateísmo, materialismo y egoísmo. Somos llamados a entrar en el Arca por medio de nuestra consagración a su Inmaculado Corazón y una vez entregados totalmente a Ella, permitirle ser nuestra Madre, maestra y guía. Permitiendo que sus virtudes de fe, esperanza y caridad moldeen y transformen nuestros corazones.

El Santo Padre dijo en Fátima en 1982: “Mi corazón se oprime cuando veo el pecado del mundo y todas las amenazas acumulando nubes negras sobre la humanidad, pero también se goza lleno de esperanza porque estoy consagrando el mundo al Corazón de la Madre. Hacer esto significa consagrar el mundo a Él que es infinito en santidad. Esta santidad significa redención. Significa un amor mucho más poderoso que el mal. Ningún “pecado del mundo” puede vencer este amor.”

El santo padre ha puesto su confianza en el poder dado por Dios a María para traer las victorias que necesita la Iglesia y el mundo: “la victoria, si llega, será alcanzada por María. Cristo vencerá por medio de Ella, porque Él quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el mundo futuro estén unidas a Ella” (Cruzando el Umbral de la Esperanza).

Pidámosle a nuestra Señora que intervenga en nuestros corazones y en toda la humanidad dándonos sus virtudes de fe, esperanza y caridad. Porque como nos exhortó el Santo Padre en TMA: “La celebración del Jubileo debe confirmar a los Cristianos de hoy en su fe en Dios que se ha revelado a sí mismo en Cristo, sostener su esperanza que trata de alcanzar en expectación de la vida eterna, y reavivar la caridad en servicio activo a sus hermanos y hermanas”.

 
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