Encontré el corazón que Tanto he buscado Escrito de Madre Adela sobre el Siervo de Dios Juan Pablo II, nuestro padre espiritual Fundadora © Solo para uso privado
Este escrito fue hecho para la peregrinación "Familia...se lo que eres" en preparación para la visita a la tumba de nuestro padre espiritual, el Siervo de Dios Juan Pablo II - Febrero, 2009 Es difícil encontrar las palabras que puedan explicar lo que para nosotros, como Familia, significa llegar a los restos de nuestro padre espiritual Juan Pablo II… llegamos como hijos e hijas, a decirle que siempre estaremos dispuestos a acoger con total receptividad y a responder con sentido de responsabilidad, sus tres grandes gritos de amor: ¡¡¡No tengan Miedo!! ¡¡¡ Familia, se lo que eres!!! ¡¡¡Construyan la civilización del amor!!! En su Pontificado, bajo su corazón paterno, Josefita y Petrino, nace esta Familia, para ser una particular encarnación, humilde y sencilla, de todo su Magisterio. No ha sido nuestra elección tener tan inmenso don… Este carisma nació y se fue descubriendo como respuesta, una singular respuesta al corazón de JPII. Todo, cada palabra, cada gesto, cada enseñanza, su vida, su visión de la persona humana, del amor humano, de la Familia… de la Iglesia, su respuesta a los retos que confronta el hombre y el mundo… su gran llamada a la persona humana a vivir el amor con responsabilidad…. su luminoso camino mariano, de formación personal y consagración total, del Totus Tuus, parecía ser como una estrella brillante que ante mis ojos marcaba con claridad mi propio camino interior… mi propia identidad y misión… y la futura identidad y misión de esta Familia: permitir que el amor triunfe en nuestros corazones, que el amor nos forme, nos sane y nos haga libres, que el amor nos eleve y nos transforme… para vivir en comunión, caminar juntos y vivir juntos la ciencia del amor… para ser Familia… pues la familia es el camino de la Iglesia… y juntos, en comunión de corazones, ser testigos ardientes del amor… para remar mar adentro, sin temor, proclamando que el amor es la esencia y la vocación del corazón humano y la única forma de construir una nueva civilización, un mundo que sea hogar para la persona humana.
El 16 de Octubre de 1978, fue elevado al Pontificado, Karol Wojtyla, un gran don del Corazón Misericordioso de Cristo y del Corazón Materno de la Virgen… un gran don inimaginable para la vida de la Iglesia del final del Segundo Milenio y que marcaría con su amor oblativo y con su visión aguda -de los misterios del amor de Dios y de los reflejos de estos misterios en el corazón humano- el camino de la Iglesia del Tercer Milenio. Este gran don lo entenderemos con mayor claridad mientras el camino de la Iglesia del III Milenio se construye!! Ese día también para mi corazón nació mi padre. Recuerdo, aunque era muy joven, el momento cuando salió al balcón… y vi su rostro… pude por gracia del Señor, contemplar la libertad profunda de su corazón… y decir estas palabras: “Encontré el corazón que tanto he buscado aquí en la tierra”. Quizás no tenía plena conciencia de lo que mi alma entendía… Pero sabía que en Juan Pablo II había un camino muy luminoso que yo debía seguir…!!! Mi camino y corazón mariano encontraban en el corazón de Pedro (JPII), su más profunda identidad, su más alta realización, su más clara estrella para seguir con libertad, con fuerza interior… sin miedo el camino formado en mi propio corazón por el amor materno de la Virgen… en la escuela de su Corazón y en la fecundidad de su Vientre.
Su vida fue el más coherente testimonio de sus palabras. Su Magisterio, es para esta Familia, un tesoro que debemos vivir y guardar con gran gratitud y dedicación, que debemos estudiar y ponderar con atención filial, que debemos cada vez mas descubrir como el mapa que dirige el camino que esta Familia recorre y recorrerá en sus futuras generaciones. Tenemos un plano sobre el cual construir esta Casa…! Debemos ser lo que hemos sido llamados a ser: ¡Un legado viviente de su Magisterio¡ una imagen viviente del rostro de la Iglesia que él nos enseñó a contemplar y reveló ante el mundo; y una presencia viva de la potencia de amor y vida que el Espíritu Santo comunicó a través de su Magisterio. Ante sus restos, el 6 de Abril de 2005, dos días antes de su funeral, mientras experimentaba la desolación de su partida, pedía al Señor que dejara, como un milagro, el corazón de Juan Pablo II latiendo, palpitando en el Corazón de la Iglesia. Escuché estas palabras en mi corazón: “su corazón seguirá amando, latiendo, palpitando y formando a través de tus hijos e hija. Su Corazón se queda palpitando en esta Familia”.
La paternidad de Juan Pablo II sobre nosotros ha sido una realidad muy profunda… muy cierta… que ha conllevado- de manera misteriosa- su sufrimiento para engendrar este don en la vida de la Iglesia. “Sobre el altar del sufrimiento de muchos nació mi vocación”, nos dijo en su libro “Don y Misterio”. En mi inmensa pobreza y pequeñez creo que puedo decirle a esta Familia, que sobre el altar del sufrimiento sacerdotal y paterno, Josefita y Petrino de Juan Pablo II, ha nacido esta vocación, este don mariano para la Iglesia. Su primer sacrificio, en la gran y misteriosa economía de la gracia, la economía del amor, fue el 13 de Mayo de 1981… cuando derramó su sangre en la plaza de S. Pedro en la fiesta de Nta. Señora de Fátima. Pedro donaba su sangre, su vida, por el carisma mariano en el corazón de la Iglesia. Un rosario de ofrecimientos, estoy segura, ha concebido este don. Su último sacrificio, su agonía y muerte… “abriría una nueva compuerta de gracia, misericordia y fecundidad en la vida de esta Familia… daría a luz a los sacerdotes y maximizaría la fecundidad de este Carisma en el Corazón de la Iglesia”. Esas palabras me las escribió el Señor en mi corazón el Jueves Santo antes de que Juan Pablo II falleciera. Saber que nuestro padre pronto partiría a la Casa del Padre, traspasó mi corazón… todo mi ser… Juan Pablo II moriría pronto… nuestro padre moriría y su oblación, traería vida... vida a esta Familia. ¡Qué gran signo de amor fue para nosotros, que el partiera un primer sábado, abriendo compuertas de misericordia… y que el anuncio lo recibiésemos juntos antes de empezar la reunión de los Apóstoles. Nunca sabremos, pero podemos amorosamente tratar de deducir, que fuimos la primera Misa que se celebró por Juan Pablo II, Papa difunto.
Nunca me he sentido sola…! Este gran padre nos acompaña, nos cuida, nos indica el camino… abre caminos, abre puertas para esta sencilla Familia ser lo que es en el corazón de la Iglesia. Como lo mostró con un gesto más de su paternidad cuando en Octubre 3, 2007, sacerdotes de la Familia cargaban a través de la plaza de S. Pedro, junto a nosotras y algunos Apóstoles, la estatua que hoy contemplan en el Convento Dos Corazones. Milagrosamente, fuimos permitidos llevarla a su tumba… allí nos dieron un largo tiempo a solas con Juan Pablo II… recostar nuestras cabezas en su corazón… bendecir la estatua y ante sus restos, volví a repetirle con todo mi amor y fidelidad: “Lo haremos Juan Pablo, seremos testigos del amor”.
El 25 de Marzo de 2006… Solemnidad de la Anunciación después de haber ido a Loreto y recibir las palabras del Señor sobre el lema del año próximo: “La Palabra se hizo Carne”… donde “una nueva y especial gracia de encarnación del carisma” se derramaría, tuve el regalo de ver con los ojos de mi alma, a Juan Pablo II con su rostro resplandeciente, rodeado de una hermosa luz y con una casulla dorada y roja… poner su mirada sobre nosotros, sonreír, decir: No tengan Miedo! y con su mano derecha llamarnos para que avanzáramos, siguiendo sus huellas, por el camino que se nos ha trazado para el bien de la Iglesia del Tercer Milenio.
Tras sus huellas… las huellas de este peregrino del amor… sus huellas siempre han marcado mi vida, mi visión y mi caminar… escuchando sus palabras que fueron fruto fecundo de su vida y de su corazón… descubrí con profundidad la dignidad excelentísima de la persona humana, la belleza luminosa del amor humano, el poder de fecundidad del sufrimiento humano, la potente mediación y comunicación de vida que proviene de la total consagración mariana, la grandeza del fiat del corazón de San José, la Familia como el camino de la Iglesia y el corazón de la civilización del amor…la visión de la vida consagrada como gran vocación al amor, el sacerdocio como encarnación del corazón del esposo y pastor… tanto… tanto.. Con Juan Pablo II entendí cual es la dignidad más elevada del corazón femenino: ¡reinar es servir! Con él aprendí a descubrir que la verdadera dignidad de la mujer está es ser quien es, imagen y presencia de la Virgen… En el contemplé el corazón petrino elevando, cuidando y revelando al carisma mariano… y que el carisma mariano revela todo su esplendor cuando vive para elevar y servir al corazón petrino.
Juan Pablo II, dijo en México, una palabras que continúan como un eco en nuestros corazones: “me voy pero no me voy… me voy pero me quedo.. pues aunque me voy de corazón me quedo”… Quédate palpitando de amor por la Iglesia y la humanidad, en nuestros corazones. A ti Juan Pablo… que me enseñaste que el amor es la potente fecundidad del corazón humano y de toda misión en la vida de la Iglesia…¡Gracias por enseñarme a vivir el amor con responsabilidad! ¡A ti, simplemente, gracias! En los Dos Corazones,
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