LA MAMÁ MÁS
MALA DEL MUNDO
Yo tuve la mamá más mala del mundo. Mientras que los otros niños
podían irse a la escuela sin desayunar, yo tenía que comer todo el
cereal, el huevo y el pan tostado. Cuando los demás niños tomaban
refrescos gaseosos y dulces para el almuerzo, yo tenía que
conformarme con comer siempre comidas nutritivas.
Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos y donde estábamos,
parecía que estábamos encarcelados; tenía que saber quiénes eran
nuestros amigos. Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar
una hora, de hecho tardáramos una hora y no dos.
Me da vergüenza admitirlo, pero hasta rompió la "Ley contra el
trabajo de los niños menores", e hizo que laváramos los
trastos, tendiéramos nuestras camas, aprendiéramos nuestras tareas
de la escuela y
muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche
pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por
molestarnos: Que lávate los dientes, cepíllate el cabello, respeta a
los mayores, obedece...
Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la verdad y nada más
que la verdad. Así, entre tanta crueldad, transcurrió mi infancia.
Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras
vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon
para que saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta el extremo de
obligar a nuestros amigos a llegar hasta la puerta de la casa para
preguntar por nosotros.
Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos felices. Hemos
sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar magníficas
relaciones tanto en la familia como en la iglesia y en nuestros
trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual?
Tienen razón, a nuestra "Mala Madre".
Verán lo que nos hemos perdido: Nada que valga la pena.
Hemos descubierto que
nuestra "mala madre" es en realidad la mejor del mundo.
Gracias a ella mis hermanos y yo nos hemos propuesto continuar el
camino trazado por Jesús: Vivir para servir. Así es el amor.
"Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Salmo 41).
Estamos tratando de educar a nuestros hijos
como lo hizo nuestra madre. Estoy llena de orgullo cuando mis pequeñitos
me dicen
que soy "mala". Sonrío recordando mis propios arrebatos de
cólera y le doy gracias a Dios por haberme dado a la
"Mamá más mala del mundo".
Si su madre fue tan mala
como la mía, ¿no cree que usted debería expresarle su mas profundo
agradecimiento?
-Autor desconocido,
adaptación del Padre Jordi Rivero.