LA INDIFERENCIA NOS ESTA
DESTRUYENDO
Testimonio de la vida real en Colombia.
Quiero compartir con
ustedes una experiencia desgarradora que vivimos Juliana y yo. Me
encontraba estacionada en la Calle 117 con 9, esperando que Juliana
bajara, cuando de la nada se me apareció un soldado, de la edad de mi
hijo Jaime o quizás un poquito mayor, y se me acerco a preguntarme que
tan lejos quedaba la autopista.
Venía con su uniforme
de camuflaje, que decía su apellido y el escudo que dice Batallón
ContraGuerilla. Le dije que aproximadamente a unas 15 o 18 cuadras y
que lo mejor era que se fuera derecho por la 116. Me preguntó
que para que lado era la 116. Entonces me di cuenta que realmente
estaba desorientado y le pregunté que necesitaba en la autopista. Me
dijo tenia que coger una flota para irse a su casa en Sogamoso. Ante
esto le dije que mejor se fuera hacia la 127, porque las flotas
pasaban por la autopista pero solo de la 127 hacia el norte. Su cara
se asombro aun mas porque se ve que no tenía ni idea donde era la 127.
Me puse a conversarle y
me contó que acababa de llegar de Arauca, donde hacía dos días había
combatido a la guerrilla y en el combate murieron 18 compañeros y se
salvaron 12. Sin embargo, cuando su mamá llamó de Sogamoso al comando
a preguntar por el, le dijeron que había muerto. La mamá, que sufría
del corazón, le dio un infarto y murió. Al muchacho no le dijeron nada
en Arauca, solo que el viernes en la noche cuando regresó al comando
le dijeron:
"entregue el armamento que usted sale mañana para Bogota en el
helicóptero con el General".
El hasta se puso
contento. Cuando el helicóptero llegó a la 106 con 9, un sargento le
dijo la verdad: que su mamá había muerto y tenía 8 días de permiso
para irse a Sogamoso al entierro. Al muchacho lo soltaron en esta
"jungla" bogotana, sin mas razón, ni piedad, ni indicación, excepto
"vaya a la autopista que allá consigue la flota". Cuando se topó
conmigo traía una cara entre asombro, dolor, desubique, que yo no se
las puedo describir.
Solo se que en ese
momento vi a mi propio hijo y sentí una impotencia, una rabia conmigo
misma, pues cuando el me habló del combate que había librado, yo ni
siquiera me había enterado de ese combate (ya estamos tan
desensibilizados con esta guerra absurda que no le ponemos bolas a las
noticias). Por supuesto no le admití a este joven (casi niño) que yo
su compatriota no estaba enterada del combate donde el casi pierde la
vida por nosotros. Esperé a Juliana y por supuesto hice lo que tocaba,
lo monte al carro y lo llevé hasta la estación de la flota
Libertadores en la paralela con 165. En el camino nos contó que solo
tenía una hermanita de 12 años, que era soldado regular y llevaba
15 meses
prestando el Servicio Militar. Su incertidumbre sobre su futuro y el
de su hermana, sobre cuanto tiempo mas le faltaba para completar el
servicio (los regulares prestan 18 meses), su incredulidad sobre por
que no se fijaron bien antes de decirle a su mamá que el había
fallecido, en fin...era tal el desconcierto de este muchacho que
Juliana y yo estábamos hechas trizas.
Cuando llegamos a la
estación no sabía como agradecernos. Finalmente se me ocurrió
preguntarle si tenía plata para el pasaje, me dijo que no, pero que no
me preocupara porque el hablaba con el chofer para que lo llevara
gratis. Le
compramos el pasaje y mi hija además le dio cualquier centavo que
tenía en su billetera para que se comprara un pan y una gaseosa.
Cuando salimos de allí nos echamos a llorar por sentirnos miserables,
impotentes, egoístas, insensibles; todos los calificativos negativos
nos caben a personas como nosotras que REALMENTE no sabemos lo que es
esta guerra.
Yo personalmente sentí,
¿como es posible que echaran a ese muchacho a la jungla bogotana, con
semejante noticia a cuestas sin ni siquiera acercarlo a la flota?,
¿Que clase de insensibles nos hemos vuelto? Pienso que Dios puso a ese
muchacho en mi camino para mostrarme en carne y hueso quienes son los
que están luchando esta guerra absurda. Por eso quise compartir esto
con ustedes, para que por lo menos cada noche nos acordemos de orar
por estos valientes muchachos y sus madres que viven la angustia en
forma permanente.
Les juro que ese
muchacho pudo haber sido mi hijo, o el de uno de ustedes.
No podemos seguir
haciéndonos los de la vista gorda, solo porque la desgracia no nos ha
tocado a la puerta.
SIN IMPORTAR TUS
CREENCIAS RELIGIOSAS O POLITICAS, ACUERDATE TODOS LOS DIAS DE AQUELLOS
COLOMBIANOS QUE MUEREN, QUE SON HERIDOS, QUE SON DESPLAZADOS, QUE
ESTAN SIENDO IGNORADOS Y QUE SUFREN A DIARIO SIN LA MENOR SOLIDARIDAD
Y HAZ VOTOS PARA QUE ENTRE TODOS DERROTEMOS NO SOLO A LOS VIOLENTOS,
SINO TAMBIEN A NUESTRA PEOR REACCION: LA INDIFERENCIA.
Diana