Los
clavos del mal carácter
Esta es la historia
de un joven que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de
clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería
clavar un clavo detrás de la puerta. Pronto la puerta se llenaba de
clavos. Pero, a medida que aprendía a controlar su genio, clavaba
cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que podía
controlar su genio, pues el clavar le hacia pensar sobre su mala
actitud.
Llegó el día en que pudo controlar su
carácter y ya no tenía razón de clavar. Después de informar a su
padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra
controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente
anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la
puerta. Era ciertamente un gran logro, pero su padre lo tomó de la
mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro,
hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será
la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices
exactamente como las que aquí ves. Tu puedes insultar a alguien y
retirar lo dicho, pero la herida permanece y el mal se propaga. Una
ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física. Ahora hace falta
trabajar mucho mas para que la puerta quede como nueva. Hay que
reparar cada agujero y muy difícilmente lograrás que quede como
nueva.
No es suficiente dejar de pecar. Hay que
reparar. Todo se sana con la gracia de Dios, pero requiere mucho
sacrificio y reparación. Las heridas que deja el pecado requieren
como remedio la cruz.
Autor desconocido
Aportado por Eduardo Quesada.