Sectas
Ver también:
Testimonio de liberación
Fuente de info. sobre las
sectas:
Diccionario Enciclopédico de las
Sectas, del Padre
Manuel Guerra.
El Papa sobre las sectas
27-III-2003:
"El fenómeno de las sectas, que también en vuestras tierras se
está difundiendo con incidencia intermitente de zona a zona y con
señales acentuadas de proselitismo entre las personas más débiles social
y culturalmente, ¿no es un signo concreto de una insatisfecha aspiración
a lo sobrenatural?"
"¿No constituye para vosotros, pastores, un auténtico desafío a renovar
el estilo de acogida dentro de las comunidades eclesiales y un estímulo
apremiante a una nueva y valiente evangelización, que desarrolle formas
adecuadas de catequesis, sobre todo para los adultos?."
El Papa ofreció estas claves «para afrontar de forma decidida el grave e
insidioso problema de las sectas»: «Evangelización en profundidad,
presencia continua y activa de los pastores, obispos y sacerdotes entre
sus fieles y relación personal de los fieles con Cristo».
¿HAY SECTAS
DENTRO DE LA IGLESIA CATOLICA?
Reflexiones
sobre el concepto de secta y respuesta a algunas acusaciones dirigidas a
grupos católicos
Mons. Christoph Schönborn. O.P.
Arzobispo de Viena
"No pueden considerarse sectas los grupos aprobados por la
autoridad eclesiástica"
CLARIFICACIÓN DE CONCEPTOS
Desde hace algún tiempo, en los medios de
comunicación social se habla de "sectas intra-eclesiales" o de "sectas
intra-católicas". Se quiere así criticar una serie de movimientos y comunidades que
han surgido en los últimos decenios. Antes, a muchos de estos nuevos grupos se les solía
tachar de "conservadores" o "fundamentalistas"; ahora se los trata de
aislar como "sectas intra-eclesiales"(1). Nos
quieren alertar contra ellos como contra las sectas clásicas o las así llamadas
"religiones de los jóvenes", que constituyen un peligro para la salud psíquica
de las personas y las tratan de modo inhumano. Muchos fieles saben que siempre ha habido,
y hay también hoy, sectas que se separan del cristianismo. Pero a muchos cristianos les
resulta sorprendente que existan sectas también dentro de la Iglesia, aunque esos grupos
hayan obtenido el reconocimiento y la aprobación de la Iglesia.
EL CONCEPTO DE SECTA
El concepto de secta surge en el ámbito religioso-eclesial, pero recientemente se ha
ampliado también a una dimensión político-social. Por eso, está perdiendo su
precisión científica y su carácter inequívoco. En el lenguaje común se usa cada vez
más como un eslogan para señalar a ciertos grupos que se considera peligrosos,
porque transgreden valores fundamentales de la sociedad democrática liberal. Por lo
general hoy se suelen considerar como signos distintivos de una secta: la formación de
grupos selectos que se apartan del ambiente social y con frecuencia se oponen a él; y la
creación de formas alternativas de vida que a menudo llevan a extremos lejanos a la
realidad y a exageraciones malsanas. Como características internas de una secta, además
del intento de conservar una meta o un ídolo espiritual opuesto a lo convencional, se
suelen citar: el rechazo de valores fundamentales hoy, como la libertad personal y la
tolerancia, así como una búsqueda, a veces militante, de las actitudes opuestas, un
estilo de vida totalitario; la supresión de la conciencia de los miembros; la exclusión
de los que están fuera del grupo; y cierta tendencia a controlar la sociedad o algunos de
sus sectores. A un grupo, en el que se manifiestan algunas de estas características, se
le suele llamar secta.
En el lenguaje religioso, que es el más adecuado (y, por ello, el más preciso) para
tratar el problema, una secta es un grupo que se ha separado de las grandes Iglesias, de
las Iglesias populares. A menudo las sectas conservan algunos valores, ideas religiosas o
formas de vida de las comunidades eclesiales fundamentales, pero los absolutizan, aíslan
y realizan en una vida comunitaria rígidamente separada de la unidad originaria y
orientada a la conservación y la protección de sí misma. He aquí algunos signos
distintivos, vinculados con estos datos fundamentales: ideas religiosas desequilibradas
(por ejemplo, la inminencia del fin del mundo); el rechazo de toda comunicación
espiritual con personas que piensen de otra manera; un entusiasmo exagerado al presentar y
realizar la propia visión; un fuerte proselitismo y un convencimiento exagerado de su
misión con respecto a un mundo al que se desprecia; un absolutismo de la salvación que
limita la posibilidad de alcanzarla a un número determinado de personas que pertenecen a
dicho grupo.
En la teología católica una secta se caracteriza sobre todo por el abandono de la verdad
bíblico-apostólica común y de los contenidos centrales de la fe. Por eso, a juicio de
la Iglesia, la secta siempre está vinculada con la herejía y el cisma.
No se necesita haber estudiado teología para reconocer la contradicción fundamental que
implica el eslogan: "sectas intra-eclesiales". La presunta existencia de sectas
dentro de la Iglesia conlleva indirectamente también un reproche al Papa y a los obispos,
que tiene la responsabilidad de examinar las asociaciones eclesiales para ver si su
doctrina y sus actividades van de acuerdo con la fe de la Iglesia. Por eso, el hecho de
que la autoridad de la Iglesia no reconozca a una asociación forma parte esencial de la
determinación teológico-eclesial de la misma como secta. Las sectas se encuentran
fuera de la Iglesia (y también fuera de los compromisos ecuménicos). Las sectas se
hallan aisladas y, por su auto-comprensión, no quieren verse sometidas a examen por parte
de la autoridad eclesiástica. Por el contrario, las comunidades eclesiales reconocidas se
mantienen en contacto continuo con los responsables en la Iglesia. Sus estatutos y su
estilo de vida son examinados. Por ello, no es justo que ciertas instituciones, personas o
medios de comunicación tachen de sectas a comunidades reconocidas por la Iglesia,
o incluso que llamen "prácticas sectarias" al estilo de vida que sigue los tres
consejos evangélicos.
Según la legislación de la Iglesia, los fieles tienen derecho a fundar asociaciones.
Corresponde a los obispos y a la Santa Sede el deber de examinar las nuevas comunidades y
los nuevos movimientos -con lenguaje paulino, se habla también de nuevos carismas- y, si
es el caso, reconocer su autenticidad. La autoridad eclesiástica debe promover y sostener
lo que el Espíritu suscita en la Iglesia. También debe intervenir y corregir, si se
producen errores o desviaciones en la doctrina o en la praxis. Aquí radica la gran
diferencia con una secta, la cual no tiene y no reconoce una autoridad exterior, mientras
que los grupos eclesiales se someten consciente y libremente a la autoridad de la Iglesia,
siempre dispuestos a aceptar las correcciones que pueda hacerles. Y esta verdad se puede
confirmar con numerosos ejemplos concretos.
Libero Gerosa resume los criterios esenciales de los carismas auténticos de la siguiente
manera: "Los carismas son gracias especiales que el Espíritu distribuye
libremente entre los fieles de todo tipo y con los que los capacita y dispone para
asumir varias obras y funciones, útiles para la renovación de la Iglesia y para el
desarrollo de su construcción. Algunos de estos carismas son extraordinarios, otros,
por el contrario, sencillos y mucho más difundidos, pero el juicio sobre su autenticidad
corresponde, sin ninguna excepción, a los que presiden en la Iglesia, a los que compete
no extinguir los carismas auténticos"(2). En todo caso,
nadie debería dejarse turbar por el hecho de que los medios de comunicación presenten
como "sectas intraeclesiales" a algunas comunidades aprobadas por la Iglesia. Si
hubiera dudas o preguntas, siempre existe la posibilidad de informarse con mayor detalle
en los organismos competentes de la Iglesia.
EL CONCEPTO DE FUNDAMENTALISMO
La palabra fundamentalismo se refiere originariamente a un movimiento
religioso-ideológico que surgió en Estados Unidos antes de la primera guerra mundial.
Hacia una interpretación estrictamente literal de la Biblia (sobre todo de los relatos de
la creación) y se convirtió en un movimiento colectivo conservador protestante. Los
aspectos típicos del fundamentalismo actual, en su país de origen, son: el rechazo de
toda visión histórico-critica de los textos bíblicos; la orientación casi mítica
hacia un pasado idealizado, el rechazo de to-da valoración positive del desarrollo
moderno; un moralismo penetrante y critico sobre todo de los excesos de la sociedad de
consumo, a veces también ciertas tendencias políticas de extrema derecha y afirmaciones
créticas sobre la democracia. En la filosofía y sociología modernas ese fundamentalismo
americano, como expresión de la American civil religion, es valorado
críticamente, pero, a pesar de todo, se le considera un fenómeno serio frente a las
aporías del liberalismo extremo. Distinto de este significado es el concepto, elaborado
sólo en la década de 1980 en Europa, de un fundamentalismo religioso, expresión
bastante confusa e imprecisa.
Dicho concepto abarca fenómenos tan diferentes como el extremismo fanático musulmán
que, en el caso de una desviación de la religión, es también favorable a la aplicación
de la pena de muerte y, por otra parte, el compromiso de cristianos católicos de
conservar la fe tradicional de la Iglesia .La sospecha de fundamentalismo afecta, sin
distinción tanto a algunas asociaciones eclesiales, que desde el inicio han acatado los
principios fundamentales de la Iglesia y son fieles al concilio Vaticano II, como a los
seguidores de monseñor Marcel Lefebvre.
En el fondo, el concepto de fundamentalismo se utiliza a menudo como eslogan para atacar a
alguien, más que como expresión para describir un fenómeno espiritual claramente
determinado. En este contexto, se habla a veces también de dogmatismo, de integrismo,
de tradicionalismo, de sospecha con respecto a personas que piensan y viven de
forma diversa, o del miedo ante la propia decisión.
Lo que la crítica pretende con relación al fundamentalismo es rechazar una actitud de la
fe caracterizada por el miedo y la incertidumbre, que no admite ningún desarrollo del
dogma y de la comprensión de la verdad, se atiene firmemente a formas y fórmulas
rígidas, y no se atreve a exponerse a la praxis de la vida que cambia. Esta forma de
crítica es objetiva. Con todo, algunos críticos tienden a considerar fundamentalistas a
todos los grupos o movimientos que, a pesar de los múltiples cambios actuales, se
mantienen firmes en profesar la existencia de verdades permanentes y de valores que
obligan, y que no se apartan "de la plenitud, de la forma estructurada y de la
belleza del mundo de la fe católica"(3). Esos críticos
deberían preguntarse si no corren ellos mismos, a veces, el peligro de caer en un
relativismo con respecto a los valores y a la verdad, sosteniendo al mismo tiempo cierta
pretensión de absoluto, al querer decidir por sí mismos cuáles son los fundamentos de
la realidad actual de la vida y de la fe.
En su nuevo libro "La sal de la tierra", el cardenal Ratzinger responde a la
pregunta sobre el significado y el peligro del fundamentalismo moderno de modo muy
preciso: "Un elemento común a todas esas corrientes, que nosotros llamamos
fundamentalistas, es su afán por encontrar una fe segura y sencilla. Esto, en sí mismo,
no es malo, todo lo contrario, porque la fe -como tantas veces se nos repite en el Nuevo
Testamento- se dirige a los sencillos, a los pequeños, a los que no son capaces de captar
complicadas sutilezas académicas. Si en nuestra vida actual pesa tanto la falta de
seguridad, las dudas, y la ausencia de fe en la verdad conocida, desde luego no vivimos de
acuerdo con el modelo de vida que la Biblia nos propone. Pero ese deseo de seguridad y
sencillez, del que hablábamos, puede ser peligroso y acabar en un puro fanatismo y en
estrechez de miras. Cuando las razones de la fe son dudosas, también se falsea la fe. Y
entonces se convierte en una idea partidista, que ya nada tiene que ver con el dirigirse
confiadamente a un Dios vivo causa de nuestra vida. Entonces se producen formas
patológicas de religiosidad, como, por ejemplo, esas búsquedas de apariciones, con
mensajes del más allá, y otras cosas por el estilo. Los teólogos, en vez de referirse
con superficialidad a los fundamentalismos cada vez más extendidos, deberían detenerse a
reflexionar sobre qué parte de culpa puedan tener ellos de que tantas personas huyan
hacia otras formas de religiosidad más estricta y a veces, incluso, perjudiciales para el
hombre. Si continuamos cuestionándolo todo, sin dar las respuestas positivas de la fe, no
podremos evitar una gran huida(4).
RESPUESTA A ALGUNAS CRÍTICAS
En la primera parte de este articulo he tratado de aclarar brevemente los conceptos de
secta y de fundamentalismo; ahora, en esta segunda, responderé a las diversas críticas
que se hacen a las nuevas comunidades eclesiales .Como he explicado, no se puede tacharse
sectas a los grupos y movimientos reconocidos por la Iglesia, pues la aprobación
eclesiástica atestigua su arraigo en la Iglesia. A veces son muchas las críticas que se
lanzan contra los nuevos carismas, a pesar de su reconocimiento por parte de la Iglesia. A
este respecto, es preciso tener presente que se debe distinguir entre la doctrina y la
actividad de estas comunidades, reconocidas por la Iglesia como carismas, y las
debilidades de algunas personas. Todos sabemos que el obrar humano es imperfecto. Por
ello, hay que subrayar una vez más, que la autoridad de la Iglesia debe intervenir donde
se produzcan desviaciones. Algunas críticas que se han hecho son: lavado de cerebro,
aislamiento y separación del mundo, alejamiento de la familia, dependencia de
personalidades carismáticas, creación de estructuras intra-eclesiales propias,
violación de derechos humanos, problema de los ex-miembros. Trataré de responder a esas
críticas:
LAVADO DE CEREBRO
Este término ni siquiera es aplicable al cambio de la personalidad que a menudo se
produce dentro de las sectas, pues con él se quiere aludir a métodos inhumanos,
aplicados por regímenes totalitarios, para influenciar y cambiar la personalidad del
hombre. Ese término no se puede aplicar de ninguna manera a la formación de los miembros
de comunidades eclesiales, puesto que la formación es una transformación, querida
libremente, que respeta la dignidad humana; una transformación de toda la persona en
Cristo, que deriva de la llamada programática de Jesús a convertirse y a creer (cf. Mc
1, 14 ss). Quien sigue la llamada de Jesús en la gracia y en la libertad, adquiere una
visión sobrenatural de la vida en todas sus dimensiones. También San Pablo, en una de
sus cartas, habla de esta transformación, cuando afirma: "No os acomodéis al mundo
presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que
podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto"(Rm 12, 2). En la tradición cristiana, ese proceso se suele llamar metánoia:
conversión de vida. Tal cambio de vida se basa en la experiencia de ser llamado por el
Dios vivo a seguirlo en un camino particular. La conversión es un proceso de vida, que
requiere una continua decisión libre del cristiano. Es deber de las comunidades
eclesiales controlar que la decisión de seguir la llamada sea libre. Una serie de
directrices canónicas está orientada a ello.
AISLAMIENTO Y SEPARACIÓN DEL MUNDO
El Evangelio dice que los cristianos no son "del mundo" (En 17, 16), sino
que cumplen su misión "en el mundo" (En 17, 18). Alejamiento del mundo
no significa separación de los hombres y de sus alegrías, preocupaciones y necesidades,
sino alejamiento del pecado. Por tanto, Jesús ora por sus discípulos:"No te pido
que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno" (En 17, 15). Si
los cristianos no hacen ciertas cosas como los demás, o si no siguen completamente la
moda, no quiere decir que desprecien el mundo. Sólo rechazan lo que va en contra de su fe
o lo que no consideran más importante porque han encontrado "el tesoro escondido en
un campo" (Mt 13, 44). La unión con Cristo debe impulsarlos a no apartarse a
un mundo propio, sino a santificar el mundo, transformándolo en la verdad, en la justicia
y en la caridad. En una sociedad marcada por los medios de comunicación social, en la que
la Iglesia debe ser una "casa de cristal", debemos afrontar también el desafío
de ser transparentes en el sentido de la primera carta de San Pedro, es decir,
"siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra
esperanza" (I Pe 3, -15). Esto vale también para las comunidades
contemplativas, que viven dentro de las paredes del monasterio y, mediante la oración y
el sacrificio, se dedican al bien de los hombres. En efecto, la Iglesia, por una parte, es
una "sociedad de contradicción"(5); y, por otra,
una comunidad misionera en medio del mundo.
En varias ocasiones el Concilio Vaticano II puso de relieve ese aspecto, citando-entre
otras fuentes- el antiguo Discurso a Diogneto. En ese Discurso, escrito entre el
siglo II y el III, se subraya que los cristianos, como todos los hombres, viven en el
mundo, pero al mismo tiempo se oponen al espíritu del mundo, porque tienden a una meta
que está más allá del mundo. Precisamente así cumplen su misión por el bien del
mundo.
"Para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo eso son los cristianos en el
mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y cristianos hay por
todas las ciudades del mundo. Habita el alma en el cuerpo, pero no procede del cuerpo;
así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está
encerrada en la cárcel del cuerpo visible; así los cristianos son conocidos como quienes
viven en el mundo, pero su religión sigue siendo invisible. La carne aborrece y combate
al alma, sin haber recibido agravio alguno de ella, porque no le deja gozar de los
placeres, a los cristianos los aborrece el mundo, sin haber recibido agravio de ellos,
porque renuncian a los placeres(...). Los cristianos viven de paso en moradas
corruptibles, mientras esperan la incorrupción en los cielos. El alma, maltratada en
comidas y bebidas, se mejora; lo mismo los cristianos, castigados de muerte cada día, se
multiplican más y más. Tal el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar
de él"(6)
ALEJAMIENTO DE LA FAMILIA
El respeto y la solicitud amorosa hacia los padres y familiares forma parte esencial del
mensaje cristiano. Pero si se trata de la llamada a su seguimiento particular, Jesús pide
que también se alejen de su familia: los Apóstoles abandonaron su familia, su
profesión, su patria. Ese modo de seguir a Cristo continúa en la historia hasta nuestros
días. Algunos padres se alegran de que uno de sus hijos o hijas tome esa decisión, pero,
a este respecto, pueden surgir conflictos con los familiares. Jesús mismo los previó
(cf. Mt 10, 37).
Dejar que un hijo se marche no siempre es fácil, ni siquiera en el caso del matrimonio.
De todos modos, si se abandona la casa por la llamada de Jesús y con plena libertad, no
se trata de huir de los deberes familiares, y no se puede achacar a un influjo
injustificado por parte de una comunidad. Sólo sería criticable si se buscara adrede una
ruptura con los familiares que se esfuerzan también por vivir su fe cristiana. En efecto,
todo miembro de la familia es libre de escoger su camino en la vida. También a este
propósito es preciso ser tolerantes, respetando la decisión de la conciencia de la
persona.
Ciertamente, en el pasado se han producido situaciones difíciles, y también se dan hoy
conflictos como, por ejemplo, el de las comunidades que influyen en menores de edad contra
la voluntad de sus padres, o el de algunos padres que no comprenden o no aceptan la
decisión de un hijo que quiere entrar en una comunidad religiosa. Sin embargo, si se vive
el seguimiento de Jesús con amor, con decisión y con afecto cristiano, y si se respeta
la libre decisión de cada uno, se puede crear una relación de confianza entre la familia
natural y la espiritual, con resultados muy positivos. Muchos hombres, por
propia experiencia, pueden atestiguarlo.
DEPENDENCIA DE PERSONALIDADES CARISMÁTICAS
Es preciso distinguir con esmero entre personas que utilizan su capacidad de modo egoísta
y falso para dominar a los demás y hacerlos dóciles, y las personas realmente
carismáticas, que también las hay hoy en la Iglesia. Éstas ofrecen todo su ser
"con pureza" (II Cor 6, 6) por el bien de la Iglesia y de los hombres. En
la historia de la salvación encontramos continuamente nuevas personalidades
carismáticas. Su prototipo es Jesucristo mismo. Siguiendo su ejemplo, innumerables
hombres y mujeres han descubierto su camino en la vida y su felicidad. Fundadores y otros
hombres carismáticos, como San Benito, San Ignacio, Santa Clara o Santa Ángela de
Merici, se esforzaron por ganar a otras personas para Cristo. Dios los envió como un
regalo a su Iglesia. Con la libertad de los hijos de Dios, transmitieron a otros la
riqueza sobrenatural de su vida, y siempre se sometieron a la autoridad de la Iglesia.
¿No debemos dar gracias a Dios porque nos regala también hoy personas tan llenas de
espíritu? Además de conservar las estructuras establecidas y consolidadas, ¿no debemos
también estar abiertos al soplo del Espíritu Santo, que es el alma de la iglesia?
CREACIÓN DE ESTRUCTURAS INTRA-ECLESIALES PROPIAS
A menudo se critica a ciertos grupos porque forman una "iglesia dentro de la
Iglesia". Para evitar ese peligro, es preciso buscar siempre una relación
equilibrada entre estructuras eclesiales existentes, sobre todo la parroquia, y los nuevos
grupos. A este respecto, el cardenal Ratzinger afirma: "A pesar de los grandes
cambios esperados, en mi opinión, la célula principal para la vida comunitaria seguirá
siendo la parroquia (...) Habrá que aprender a caminar uno junto a otro, y eso, sin duda
alguna, supone un enriquecimiento. ¿Con qué rapidez sucederá esto en la historia?
Dependerá, seguramente, de que haya grupos con un carisma determinado debido a la
personalidad de su fundador y de que se mantengan unidos recorriendo juntos un camino
espiritual específico. El intercambio de experiencias entre la parroquia y cada uno de
esos movimientos será muy necesario, porque cada movimiento tendrá que estar unido a la
parroquia para no verse convertido en secta, y la parroquia necesitará de esos
movimientos para no quedarse entumecida. Actualmente, en las órdenes religiosas se han
creado otras formas de vida en medio del mundo. Cualquiera que lo desee puede comprobar, y
se asombrará de ello, la diversidad de formas de vida cristiana totalmente nuevas ya
existentes, y seguramente en medio de todas ellas podría entreverse la Iglesia de
mañana"(7).
VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS
Desde tiempos antiguos el núcleo dela vida consagrada fue el seguimiento de Cristo en el
celibato (en la virginidad), en la obediencia y en la pobreza. Quien elige este camino y,
después de varios años de reflexión y de oración, asume sus respectivos compromisos,
renuncia a determinados derechos por una libre decisión de conciencia: al derecho de
contraer matrimonio; al derecho a la autodeterminación; y al derecho a administrar y a
adquirir bienes de forma independiente. El Concilio enseña: "Los consejos
evangélicos de castidad consagrada a Dios, pobreza y obediencia tienen su fundamento en
las palabras y el ejemplo del Señor. Recomendados por los Apóstoles, los Padres de la
Iglesia, los doctores y pastores, son un don de Dios, que la Iglesia recibió de su Señor
y que con su gracia conserva siempre"(8). La decisión de
seguir esa forma de vida, si se toma voluntariamente, no viola los derechos humanos, sino
que es la respuesta a una llamada particular de Cristo. De todos modos, los responsables
de las diversas comunidades deben apoyar la disponibilidad de los miembros con sinceridad
y ayudarles a que fructifique en el espíritu de una verdadera comunión, para la
edificación de la Iglesia y para el bien de los hombres.
EL PROBLEMA DE LOS EX-MIEMBROS
En todas las comunidades religiosas los nuevos miembros disponen de un tiempo de
conocimiento recíproco, de crecimiento y de auto-examen, como preparación para un
compromiso definitivo. Los superiores también tienen derecho a expulsar a alguno, si se
producen ciertos hechos graves. Por desgracia, también hay abandonos o expulsiones,
cuando alguien da un paso definitivo. Algunos de los que han abandonado una comunidad
conservan un buen contacto y, de común acuerdo, siguen su camino. Naturalmente, las
comunidades reconocidas por la Iglesia también deben ofrecer a sus miembros y ex-miembros
la posibilidad de dirigirse, en caso de conflicto, a las instancias eclesiásticas
competentes.
Ahora bien, algunos de los ex-miembros difunden sus experiencias negativas en los medios
de comunicación social. Donde haya personas que viven juntas, hay inevitablemente
límites y debilidades. Pero eso no justifica que se presenten las propias dificultades en
el interior de una comunidad como válidas en general. Esas experiencias negativas de
algunos son siempre dolorosas para la entera comunidad de la Iglesia. Tales experiencias a
menudo son destacadas por la publicidad secular, a la cual, normalmente, no le interesan
las cuestiones doctrinales, sino sólo los comportamientos y las consecuencias que de
ellas derivan. En la discusión se pone de relieve que la Iglesia, en sus diversas
comunidades, es una "sociedad de contradicción" ante la sociedad liberal y
secular. "Quien acepta la religión sólo en la forma de una religión civil adaptada
a la mentalidad social, considerará sospechoso todo lo que sea radical"(9).
Si una crítica se basa en una acusación realmente seria, la autoridad eclesiástica
la examinará a fondo; una crítica puede llevar también a una purificación y a un mejor
crecimiento de esa comunidad. En el Informe Vaticano de 1986 sobre "el fenómeno de
las sectas o nuevos movimientos religiosos" se afirma, al respecto, que actitudes
sectarias (como, por ejemplo, la intolerancia y el proselitismo agresivo, citadas en dicho
Informe) no bastan para constituir una secta, pues pueden darse también en
comunidades eclesiales. Ahora bien, se afirma textualmente que estos grupos "pueden
cambiar positivamente mediante una profundización de su formación cristiana y a través
del contacto con otros cristianos. En este sentido, dichos grupos pueden crecer dentro de
una mentalidad y actitud más eclesiales"(10). Esta
actitud eclesial se requiere en ambas partes: en las comunidades, para que presenten su
carisma como un don entre muchos otros (rechazando así la tentación de una
"pretensión eclesiástica absolutista") y también en los que no tienen un
acceso inmediato a esas formas de vida eclesial, porque reconocen en esas comunidades un
don del Espíritu, que da la vida, un don que brinda a muchos hombres un acceso a la fe.
Hoy, en varios países del mundo, está apareciendo un nuevo deseo de vivir más
resueltamente el mensaje de Cristo, a pesar de todas las debilidades humanas; de servir a
la Iglesia en comunión con el Santo Padre y los obispos. Muchos ven en los nuevos
carismas un signo de esperanza. Otros los consideran realidades extrañas, y otros como un
desafío o incluso como una acusación contra la que se defienden, a veces hasta con
reproches. Algunos promueven un humanismo que se aparta cada vez más de sus raíces
cristianas. Pero no hemos de olvidar que "la expresión conciliar ecclesia semper
reformanda no sólo se refiere a la necesidad de reflexionar sobre las estructuras,
sino también a la apertura siempre nueva y al replanteamiento de acuerdos con el
espíritu del tiempo demasiado favorables"(11).
1. Cf. HANS GASPER, Ein problematische Etikett. Mit dem Sektenbegriff
sollte man behutsam umgehen: Herder Korrispondenz 50 (1996) 577-580; HANS MAIER, Sekten
in der Kirche? Es muB Platz geben für unterschiedliche Wege: Klerusblatt 76 (1996)
208.
2. LIBERO GEROSA, Charisma und Recht, Trier 1989, 66; citas en
el texto tomadas de Lumen Gentium, 12.
3. LEO SCHEFFEZYK, Katolische Glaubenswelt. Wahrheit und Gestalt,
Aschaffenburg 1977, p.351.
4. JOSEPH RATZINGER, La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia
católica ante el nuevo milenio. Una conversación con Petr Seewald. Ed. Palabra,
Madrid 1997, p.146.
5. Cf. GERHARD LOHFINK, Wie hat Jesus Gemeinde gewolt? Friburgo
1993, pp. 142ss, 181ss.
6. Discurso a Diogneto,VI: Padres Apostólicos. BAC, Madrid
1993, pp. 851-852.
7. JOSEPH RATZINGER, La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia
católica ante el nuevo milenio. Una conversación con Peter Seewald. Ed.Palabra,
Madrid 1997, p. 289.
8. Lumen gentium, 43.
9. HANS GASPER, op.cit. (cf. nota 1)
10. SECRETARIADO PARA LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS, SECRETARIADO PARA
LOS NO CRISTIANOS, SECRETARIADO PARA LOS NO CREYENTES Y CONSEJO PONTIFICIO PARA LA
CULTURA. Informe sobre "El fenómeno de las sectas o nuevos movimientos
religiosos. Introducción": L'Osservatore Romano, edición en lengua española,
25 de mayo de 1986, p.6.
11. HANS MAIER, op. cit. (cf. nota 1).
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Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María