ÍNDICE
DE LIBROS PROHIBIDOS
-SCTJM
Es
la lista de libros que las autoridades eclesiásticas prohibían a los
católicos leer o retener sin autorización.
El
índice fue publicado por el Santo Oficio para dar a conocer que ciertos
libros eran juzgados por autoridades competentes de la Iglesia como
dañinos a la fe por ser contrarios a las enseñanzas de fe o moral,
porque desacreditan a la Iglesia o podían confundir la fe de los
creyentes.
Después del Concilio Vaticano II, la publicación de dicho
índice se descontinuó. El 14 de Junio de 1966, la Congregación para
la Doctrina de la Fe (la sucesora del Santo Oficio) dispuso que tanto el
índice como las penas de excomunión que estaban indicadas en el mismo
ya no eran vigentes. Sin embargo La Santa Sede publicó nuevas
regulaciones, dando normas específicas acerca de la lectura de libros
que son peligrosos a la fe católica o a la moral cristiana. Estas
normas se codificaron en el Código de Derecho Canónico actual, en
los #831 y 832:
831
1-Sin causa justa y razonable, no escriban nada los fieles en
periódicos, folletos o revistas que de modo manifiesto suelen atacar
a la religión católica o la las buenas costumbres; los clérigos y
los miembros de institutos religiosos sólo pueden hacerlo con
licencia del Ordinario del lugar
2-Compete a la Conferencia Episcopal dar normas acerca de los
requisitos necesarios para que clérigos o miembros de institutos
religiosos o miembros de institutos religiosos puedan tomar parte en
emisiones de radio o de televisión en las que se trate de cuestiones
referentes a la doctrina católica o a las costumbres.
832
Los miembros de institutos religiosos necesitan también licencia de
su Superior mayor, conforme a la norma de las constituciones, para
publicar escritos que se refieran a cuestiones de religión o de
costumbres.
El
Índice ha sido objeto de ataques queriendo acusar a la Iglesia de
represión intelectual. No cabe duda de que se cometieron abusos con el
Índice, la misma Iglesia lo reconoce. Como toda injusticia aquellos
errores hicieron daño y debieron ser corregidos. Pero eso no es razón
para juzgar el pasado según el presente. ¿Acaso hoy no cometemos
errores, muchas veces por el otro extremo? La situación actual
demuestra el daño causado por la mala prensa que ha llevado a la
confusión generalizada sobre la moral.
Si
bien la forma utilizada por el índice tubo sus errores, no se puede
negar la necesidad de avisar al pueblo de Dios de los peligros en la
lectura.
La
ley natural, por sí misma, nos prohíbe la lectura de aquellos libros o
publicaciones que, en un juicio prudente, pongan en peligro nuestra fe o
nuestra moral. Quien ama al Señor y se forma en Sus caminos sabe
en su corazón que debe apartarse de toda enseñanza que no sea recta.
El hecho de que no exista un índice de libros prohibidos no da licencia
para leer lo que sabemos ofende a Dios. Es así como Adán y Eva
se dejaron engañar por el maligno. Por eso, nosotros mismos deberíamos
ser los jueces mas estrictos de las cosas que leemos. ¿Acaso leería un
profesional libros sobre su profesión cuando sabe que contienen
errores?. ¿Se dejaría usted tocar por un médico que se guía
por manuales errados?.
Si
nuestra fe es católica, sabemos que Dios ha confiado al magisterio de la
Iglesia la enseñaza de la doctrina y la moral. Un ejemplo podría
ayudarnos a entender la misión maternal de la Iglesia. Si usted
tiene hijos, no les permitiría leer o mirar cualquier libro que usted
sepa va a hacerle daño, por el contrario, usted procuraría que ellos
leyeran libros que edificaran sus vidas. Esa restricción no le
cerraría a sus hijos el campo del saber sino que se lo abriría mas
ampliamente en el camino adecuado. No les robaría la responsabilidad de
pensar con su propia cabeza sino que les ayudaría a utilizar su juicio
en el estudio mas valioso. Claro, usted como padre podría errar
tratando de sobreprotegerlo. Pero hay que recordar que también
puede errar si no hace su papel de padre prohibiendo lo que es nocivo.
En
la vida espiritual siempre tenemos algo nuevo que aprender y no debemos
creernos lo suficientemente crecidos como para no aprender algo nuevo
acerca de nuestra fe. Pero el estudio debe estar bien
fundamentado. Es penoso que muchos católicos desperdician su
tiempo en cualquier libro y no se han leído los libros clásicos de
espiritualidad, aquellos que la Iglesia nos presenta como libros de
probado valor espiritual.
Debemos
ser dóciles y dejarnos enseñar y guiar. Jesús nos dio el ejemplo, El
que es Dios, se dejó enseñar y guiar por la Santísima Virgen y San
José, aún después de haber cumplido la mayoría de edad (recuerde que
el Señor vivió "sujeto a ellos" hasta los treinta años
cuando inició su ministerio público).
Debemos
someter nuestra conciencia a la verdad objetiva pues Jesús dijo:
"Quien me ama, guarda mis Mandamientos"
-Jn 14:15. No hay amor sin un compromiso a la verdad y a la
fidelidad. (ver Jesús
ante los Mandamientos y la encíclica Veritatis
Splendor). Para ayudarnos a formarnos sólidamente en la
fe y no dejarnos engañar, el Santo Padre promulgó El
Catecismo de la Iglesia Católica.
Como
adultos responsables de nuestra fe, debemos estar muy agradecidos al Señor
que nos ha dado a la Iglesia como Madre para velar por el bien de
nuestras almas.
Algunos
de los libros de los que nos debemos cuidar:
-
Libros
que atacan la doctrina católica o defienden cualquier herejía o cisma
o tienden a minimizar la religión.
-
Libros
que contienen ataques en contra de la religión, la moral, el culto
divino y la pureza. Por ejemplo, los que tratan o narran cosas y
actos obscenos o que inciten a las pasiones.
-
Libros
de religión hechos y publicados por no-católicos a menos que sean
aprobados por la autoridad eclesiástica.
-
Biblias
y libros que presentan comentarios sobre las Sagradas Escrituras y
no son católicos. (Algunos de estos pueden ser buenos pero
hay que saber discernir).
-
Libros
que enseñan o apoyan la adivinación, brujería, magia y prácticas
similares a éstas.
-
Libros
que defiendan actos prohibidos como el suicidio, duelo, divorcio,
homosexualidad.
-
Ediciones
no aprobadas de libros litúrgicos.
-
Libros
que propagan falsas indulgencias.
-
Estampas
del Señor, la Virgen Santísima, lo ángeles, santos o algún
siervo de Dios, no dignas de aquel a quien representan.
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